Diario de viaje a Cerdeña de Martina y Miguel
Luna de miel en Cerdeña
Decidimos ir a Cerdeña un poco “de rebote”. Queríamos un viaje que no requiriese de grandes desplazamientos en avión a un destino tranquilo y con buen clima en el mes de junio. Y tras varios descartes, llegamos casi por casualidad a la web de Zagara Travel. Después de mi primera conversación con Giovanni, sin conocer siquiera su propuesta económica, ya teníamos bastante claro que queríamos hacer el viaje con ellos.
Pese al temor inicial (lo admitimos) de confiar el viaje a una agencia para nosotros desconocida, a la que no podíamos acudir físicamente (vivimos en Galicia) y de la que no existían demasiadas referencias en internet, decidimos arriesgarnos en parte gracias a la infinita amabilidad y paciencia de sus responsables con respecto a cada una de nuestras dudas.
Y nos dejamos recomendar por ellos, que nos diseñaron un viaje de 14 noches en tres ubicaciones diferentes de la isla. Inicialmente nos sorprendió, ya que en algunas agencias generalistas nos habían comentado que “4 días sobran para conocerla”. Después de visitar Cerdeña, solo podemos decir que están de broma... 4 días!!
Disponíamos de varias semanas y queríamos que fuese un viaje especial. Además, estaba la amenaza del dichoso volcán (en varias agencias nos habían desaconsejado tomar vuelos en la medida de lo posible). Así que viajamos de Galicia a Barcelona en tren hotel, y de Barcelona a Cerdeña en ferry con Grimaldi. No me explayo en relación al trayecto porque creo que no es relevante en este caso...
Durante nuestra estancia en Barcelona, antes de partir hacia Cerdeña, aprovechamos para ir a visitar a Giovanni a la agencia de viajes y conocernos personalmente. La impresión fue aún mejor que por teléfono. Una persona súper cercana que vive su trabajo y disfruta cuando las cosas salen bien. Un gustazo! Allí nos dio los últimos consejos de interés y estuvimos viendo datos sobre algunos destinos y posibles visitas.
Y al fin, el día 11 de junio, llegamos a Cerdeña!
11 de junio
Poco después de llegar a Porto Torres en el Ferry (con bastante retraso, por cierto...) llegó a recongernos Giuseppe, de la agencia de alquiler de coches. Toda la gestión del alquiler la habían tramitado directamente desde Zagara. Genial que hablase en español, lo que nos facilitó bastante las cosas. Y mejor todavía nuestro flamante 500 negro! Un juguete súper italiano para nuestra italiana luna de miel.
Hemos de decir que desde Zágara nos recomendaron algunas visitas interesantes para los trayectos que hubiésemos de hacer en coche. De Porto Torres al primer hotel, del primero al segundo... pero eso nos resultó un poco complicado porque como era de esperar nuestras maletas no cabían en el maletero del 500! Conste que no era problema del coche, creo que no habrían entrado ni en uno familiar, je. Así que hicimos esos trayectos casi directos para no dejar cosas a la vista y evitar disgustos innecesarios.
Dicho esto, una vez en el coche, Tom Tom en mano (nos guió casi a la perfección durante todo el viaje), cogimos rumbo a nuestro primer destino, el agriturismo Stazzo Lu Ciaccaru, en Arzachena. Al norte de la isla y próximo a la Costa Esmeralda. Después de unas cuantas curvas, a las que acabas acostumbrándote, llegamos al paraíso a eso de la hora de comer.
Estábamos tan cansados y el alojamiento era tan agradable que decidimos quedarnos a pasar el día allí, disfrutando de la piscina y las instalaciones. Primer chapuzón en Cerdeña! Por la noche cena en el restaurante del agriturismo: lubina, espaguetti con almejas y dos versiones distintas de tiramisú. Una botella de vino blanco de Gallura y licores de mirto y naranja...uhm...
12 de junio
Dedicamos esta jornada a visitar el archipiélago de la Maddalena. Nos habían comentado que la mejor opción era compartir un velero con otros viajeros, pero el día se nubló y no había demasiada gente en el puerto... así que al final embarcamos con el coche en un ferry para recorrerla a nuestro aire. 36 euros ida y vuelta con el coche incluido.
Llegamos a la Maddalena y nos fuimos directos a la oficina de turismo que... cierra los sábados y los domingos! Un poco raro eso... así que compramos algo de comer y nos lanzamos a la aventura. Tanto la Maddalena como Caprera, a la que accedimos por el puente que las une, tienen playas realmente espectaculares. Pero no solo llaman la atención sus playas, sino también el contraste de vegetación, cumbres escarpadas y mar de color esmeralda.
De vuelta a la Maddalena, con el cielo bastante cubierto, optamos por recorrer la costa por la carretera panorámica, de unos 20 km. Finalmente encontramos una playa soleada en la que nos dimos el primer baño salado de las vacaciones y paramos a comer. Y el agua estaba mucho más fría de lo que esperábamos...
Llegamos al Stazzo a media tarde, piscina, ducha y a cenar a Arzachena. Cabe decir que el restaurante la Vechia Arzachena, que nos habían recomendado en Zágara, ya no existe. Así que cenamos en La Terrazza. Buenas pizzas y buena pasta. Y tomando una copa conocimos a dos chicos del pueblo con los que acabamos compartiendo mesa y conversación, que nos invitaron a cenar al día siguiente a un restaurante del pueblo. Cabe destacar que conocimos a un montón de gente extraordinariamente hospitalaria a lo largo de nuestro viaje.
13 de junio
Este fue el día del despiste... Nos levantamos tarde y estaba muy nublado, por lo que descartamos de nuevo la playa. Y optamos por visitar la basílica románica de Saccargia. De ahí el despiste, ya que nos habría sido mucho más cómodo (y rápido) desplazarnos hasta ella desde cualquiera de los dos alojamientos que teníamos por delante.
De todos modos, el trayecto mereció la pena. La iglesia, enmedio de un valle solitario, tiene algo de mágico. No es difícil imaginársela siglos atrás. Llama la atención el contraste de color de sus piedras, blancas y negras. Mención especial además para los frescos que se conservan en su interior.
Tras la visita, como era un poco tarde, nos acercamos a comer a Sassari. En este caso buscábamos el restaurante L'Assasino. ¡Pero tampoco existe ya! Habíamos perdido toda esperanza de comer un plato caliente (cuesta acostumbrarse a comer tan temprano) cuando se me ocurrió preguntar en un local llamado Il vecchio mulino. Un cartel en su exterior señalaba que se trataba de un club enogastronómico, de arte y música. Y pese a la hora intempestiva, nos atendieron amablemente. Excelente comida. Empanadillas típicas de la zona, ravioli de carne al limón, botella grande de cerveza y dos cafés por 28 euros. Genial el camarero y el dueño, que estuvieron un buen rato hablando con nosotros sobre España, Galicia, el camino de Santiago... y genial el local, decorado en estilo rústico y con multitud de libros y discos interesantes. Muy recomendable.
Después de comer volvimos al hotel, ya que habíamos quedado para cenar con los chicos que conocimos la noche anterior. Fuimos a una pizzería que hay en la plaza principal de Arzachena. Pusieron tanta comida que casi tenemos que pedir bicarbonato! Muy buena la pasta fresca y también la carne a la brasa. Al final nos dio algo de pena despedirnos de Salvatore, con quien tuvimos la ocasión de hablar de un montón de temas relacionados con la actualidad italiana, la cultura o la historia sardas.
14 de junio
Playa, al fin! Salió el sol y nos dispusimos a conocer alguna de las playas más famosas de la Costa Esmeralda. Son tan bonitas como dicen, pero algunas de ellas están en lugares casi inaccesibles... las ves desde la carretera pero resulta imposible saber cómo llegar a ellas!
Primera parada en Porto Cervo, por eso de poder decir que habíamos estado allí. Realmente, no es nada del otro mundo. Muchos yates y muchas villas espectaculares. Un bonito paisaje... y poco más. El turismo multimillonario elevado a su máxima expresión.
Después buscamos la playa de Capriccioli, una de las que había destacado Giovanni, y que también nos recomendó Salvatore la noche anterior. Una cala preciosa, rodeada de un pinar que llega casi al agua, totalmente transparente. Flanquean la playa unas villas espectaculares, con embarcadero propio. Y al fondo, algún rico y famoso debía estar disfrutando de unos días de descanso en un yate gigantesco con helipuerto incluido. A la hora de comer, despegó el helicóptero... impresionante.
Pero volvemos a la playa, que es importante, tuvimos sol, nubes e incluso lluvia que no impidió que siguiésemos (al igual que casi toda la gente que nos rodeaba) tirados en nuestras toallas. La temperatura era tan buena que incluso se agradecía.
Un par de chapuzones más tarde decidimos irnos a comer. Como nos habían advertido de que los precios de los restaurantes en Porto Cervo eran una barbaridad, fuimos a proveernos a un súper y de vuelta a la playa. Intentamos ir a Cala Granu, pero sinceramente... no fuimos capaces de encontrarla. Y acabamos en Rena Bianca, también genial. Aunque no se trataba de una cala sino de una playa larga de arena blanquísima (que obviedad teniendo en cuenta su nombre...). Allí pasamos casi toda la tarde. Y nos quemamos, sí. Pese a la protección, atentos los pálidos porque el sol sardo ataca a traición!
De vuelta al agriturismo paramos en el pueblo de San Pantaleo, muy próximo a la playa aunque subiendo hacia la montaña. Es impresionante que en poco más de cinco minutos de trayecto el paisaje varíe de un modo tan abismal. De repente te encuentras en una placita, con sus casas típicas, que tiene como fondo abruptas montañas de roca. No hay mucho más que ver que la plaza, tal y como nos había advertido Giovanni, pero la visita merece la pena para tomarse una bebida fresquita al atardecer. Eso sí, pagamos 10 euros por dos cervezas locales Ichnusa! Así que ojo con lo que pide uno si no queréis un disgusto al ver la cuenta... Unos compañeros de hotel casi tienen que quedarse a fregar platos por pedir unos vinos y algo de comer.
Esa misma noche, estalló la tormenta perfecta...
15 de junio
Seguía haciendo un tiempo terrible, diluviaba. De todos modos no nos salió demasiado mal, porque ese era el día que teníamos que dejar Stazzo Lu Ciaccaru y para ir en carretera fue bastante soportable salvo en algunos momentos en los que la visibilidad era tan escasa que casi se hacía necesario parar.
De camino a la región del Oristano paramos a visitar el pueblo de Orgósolo, perdido enmedio de la montaña pero tremendamente famoso gracias a los murales que hay pintados casi en cada una de sus casas. Y no es para menos, resultan muy extrañas y llamativas sus pinturas, la mayoría de ellas aludiendo a temas políticos o sociales. Nos sorprendió que hubiese tantas, así como la gran calidad artística de muchas de ellas.
Intentamos comer en el restaurante que nos habían recomendado desde Zágara, pero una vez más (que cruz...) llegamos tarde y estaba completo. Nos quedamos con los dientes largos, porque tenía una pinta genial! Así que tuvimos que optar por algo bastante más turístico y menos apetecible.
Hicimos el resto del trayecto hasta Baratili San Pietro bajo la lluvia. Y a media tarde llegamos al Agriturismo S'Omu. De entrada... hemos de reconocer que la cosa no pintaba muy bien. Un pueblecillo perdido y un alojamiento sencillo en el que nos recibieron sus dueños, Bernadette y Massimino. Nada que ver con la suite individual de Stazzo Lu Ciaccaru. Aquí no había piscina, ni instalaciones espectaculares...
Pero que equivocados estábamos al pensar que no era un alojamiento precisamente idílico y que razón tenía Giovanni cuando nos aseguró que nos gustaría! Bernadette y Massimino nos enseñaron nuestro cuarto, en una dependencia separada de las demás a la que se accedía a través de un gran salón con aperos de labranza, colecciones de botellas y premios y fotografías de sus preciosos caballos. Aunque sencillo, tremendamente acogedor y cómodo, y se preocuparon muchísimo de que estuviésemos a gusto.
Como allí no había gran cosa que hacer, fuimos a dar un paseo al pueblo para tomar algo... pero no había ningún bar! Estábamos un poco desconcertados y después de unas cuantas vueltas en círculo llegamos a la conclusión de que lloviendo de ese modo no había mucha más opción que volver al agriturismo. Allí nos recibió Mino, quien nos presentó a la otra pareja de huéspedes que en ese momento estaban alojados en S'Omu. Y nos invitó a un aperitivo llenando nuestras copas directamente de las barricas de roble en las que envejecen el vino.
Y a continuación... a cenar! Los seis juntos compartiendo mesa y conversación, o al menos intentándolo... y es que seguir el ritmo a cuatro italianos que hablan una mezcla de italiano, toscano y sardo no fue precisamente sencillo al menos en un primer momento. Fue una situación un poco incómoda al principio, como estar en casa de los padres de un amigo a los que no has visto nunca. Empezaron a llegar platos y más platos, cada uno de ellos mejor que el anterior. No me esforzaré en describirlos, porque la cocina de Bernadette no puede expresarse con palabras!!
Algunos platos (y botellas de vino) más tarde, la cosa ya empezaba a marchar mejor...
16 de junio
De nuevo salió el sol. Pero mi espalda seguía sufriendo las consecuencias de nuestra estancia en la Costa Esmeralda... así que pasamos de playa y decidimos visitar las ruinas de Tharros. De camino a ellas nos encontramos con un rebaño de ovejas gigantesco enmedio de la carretera! Fue genial.
Las ruinas están situadas en un emplazamiento totalmente indescriptible. Los colores del mar, el paisaje, y enmedio de todo los restos de la antigua ciudad romana. La entrada se compra en el mismo acceso al recinto y cuesta 7 euros por persona, incluyendo la posibilidad de visitar el museo de Cabras (nosotros no fuimos).
La jornada transcurrió muy tranquila. Estuvimos un buen rato viendo el mar sentados junto a la torre de San Giovanni, desde la que se divisa el capo San Marco.
Y después nos fuimos a comer a Oristano. Con algo de prisa! Ya que a las 16:00 España se estrenaba en el mundial de fútbol contra Suiza y todavía teníamos que localizar un bar en el que ver el partido... que perdimos.
Algunas compras y de nuevo a S'Omu para disfrutar de una de las fantásticas cenas preparadas por Berna.
17 de junio
Decidimos dedicar esta jornada a explorar el sur de la isla, y acercarnos hasta la capital, Cagliari. Para variar, llegamos justo a la hora de comer y tuvimos que hacernos una maratón para encontrar un local abierto (si es que no aprendemos...). De casualidad dimos con una tasca realmente auténtica, repleta de fotografías y objetos curiosos. Entre otras cosas tenía un montón de banderas entre las que se encontraban la gallega, la catalana y la vasca. Los dueños del bar (Tierre Mambo Tango, en Via La Marmora, 42) nos explicaron después que se debía a que lo frecuentan muchos estudiantes de Erasmus, que llevan allí la bandera de sus lugares de origen.
Después de comer dimos un paseo por el casco antiguo de la ciudad. Visitamos la catedral y las calles que hay a su alrededor, y admiramos las vistas sobre Cagliari que ofrecen algunos de sus miradores.
De todos modos, hacía muchísimo calor, insoportable, por lo que decidimos abandonar la capital y regresar hacia el norte escapando del bochorno. Acostumbrados a la calma que se respira en toda la isla, Cagliari resultó ser un demasiado bulliciosa para nuestro gusto, aunque no podíamos perder la oportunidad de visitarla al menos.
Entre las posibles visitas que nos quedaban de camino al agriturismo, optamos por el complejo nurághico de Barumini, patrimonio de la humanidad. Las ruinas están muy bien conservadas y nos resultó muy sorprendente el parecido de las construcciones con los castros gallegos, que salvo las torres elevadas presentan casi las mismas características.
Para visitarlas es imprescindible esperar a que se forme un grupo de gente. Como era un poco tarde ya cuando llegamos, las recorrimos acompañados solo por la guía y una pareja de italianos, y nos decepcionó un poco que toda la explicación sobre el complejo la hiciese solo en italiano dirigiéndose exclusivamente a ellos. No pretendíamos, ni mucho menos, que nos hablasen en castellano, pero literalmente fue como si no estuviésemos allí.
18 de junio
Y de nuevo a la playa! Además, para que no nos quemásemos más de lo que ya estábamos, Berna nos prestó una sombrilla (genial, genial, gente así no se encuentra a menudo). Como pensábamos pasarnos todo el día en el mar, paramos en la cooperativa de Baratili antes de salir para comprar algo de comer.
Nuestro primer destino, Is Arutas. Aunque decidimos hacer un alto en el camino para visitar el pueblo de San Salvatore, en el que se han rodado algunas películas. Realmente, tal y como nos había dicho Giovanni, está totalmente desierto. Y enmedio del mismo, nos sorprendió muchísimo la iglesia de San Giovanni Sinis, una de las más antiguas de la isla. Cuando nos asomamos a su interior descubrimos que existe un hipogeo visitable bajo la misma, en el que antiguamente se rendía culto al agua. En sus paredes se conservan pinturas de animales, dioses romanos e incluso inscripciones árabes. Se accede desde el propio suelo de la iglesia, por unas escaleras empinadas. Ese lugar tiene algo de mágico!
Dejando Sal Salvatore atrás, seguimos hacia la playa, a la que se accede por una carretera serpenteante flanqueada por palmeras. Increíble el paisaje tropical! Y no nos extrañó la fama de Is Arutas. Su arena es... exactamente como granos de arroz, increiblemente blancos y suaves. Como siempre, el agua totalmente transparente y azul, verde... impresionante.
Después de comer, optamos por cambiar de playa e ir a Maimoni a recomendación de Bernadette. Se accede a ella por un largo camino de tierra enmedio de los campos segados. Y el paisaje al llegar es fascinante. Se trata de una playa totalmente diferente, muy larga y muchísimo más virgen que las que habíamos visitado anteriormente.
Ya a media tarde, nos acercamos al lago de Potzu Idu para intentar ver a los flamencos que supuestamente habitan en sus aguas. Pero debían haber emigrado... porque lo único que conseguimos fue ver algunas gaviotas! De todos modos es una zona muy bonita, con una larga carretera que deja a un lado el mar y a otra el lago y las marismas. En teoría, ese mismo lago se seca completamente en verano, quedando su superficie cubierta por una capa de sal.
Para completar la jornada, visitamos el pueblo de Santu Lussurgiu, hacia la montaña, con sus casas de colores apiñadas en la colina. Se trata de un pequeño núcleo de población que merece una visita por lo bello de sus calles medievales y sus casas, restauradas en su mayor parte.
De nuevo en el agriturismo, esa noche tocó despedida de nuestros compañeros toscanos, cuyo viaje tocaba a su fin. Tratándose de un día especial, la cena fue, si cabe, más especial también que la de días anteriores. Buena comida, buen vino y excelente compañía.
19 de junio
El plan previsto para esta jornada consistía en ir hacia el sur, para conocer las dunas de Piscinas e ir de nuevo a la playa. Pero el día amaneció muy nublado y frío. De todos modos emprendimos el camino. Nuestra primera parade fue el pueblo de Iglesias, bonito y tranquilo, donde nos quedamos a comer.
Tras dar un paseo por las calles de Iglesias, cogimos el coche para ir hacia Fluimaggiore. Pero el Tom Tom nos guió por una carretera tortuosa, de curvas cerradas que discurrían por la ladera de las montañas. Casi tres cuartos de hora después por esa carretera, nos encontramos de casualidad con el desvío que llevaba al templo de Antas, situado a unos 300 metros, y decidimos parar a visitarlo. Resulta increíble que existiese un templo romano ahí, en el medio de la nada, en un valle aislado rodeado de montañas y praderas. Desde las propias ruinas, uno se siente un poco el rey del mundo. Para nosotros, totalmente recomendable la parada.
Poco antes de llegar al templo, caminando por los senderos señalizados, estalló el chaparrón que llevaba anunciándose todo el día... que manera de llover. Tuvimos que resguardarnos en un cobertizo porque estábamos calándonos hasta los huesos! Totalmente empapados, no pudimos recorrer las vías romanas ni realizar alguno de los paseos por los alrededores que nos recomendaron en la oficina de venta de entradas.
Así que retomamos la carretera de la montaña hacia Fluimaggiore, pero para nuestra sorpresa, durante el tiempo que estuvimos visitando el templo la habían cortado! Estaba vallada, posiblemente por algún desprendimiento causado por las lluvias torrenciales. No podíamos seguir hacia el norte y no había ningún desvío, así que no nos quedó mas remedio que desandar el camino que habíamos hecho por esa carretera serpenteante hasta Iglesias, bajo una tormenta horrorosa que formaba riadas de lodo.
Frustrados nuestros planes de visitar Piscinas e Ingurtosu, nos lanzamos a la aventura hacia el norte. Seguía diluviando, por lo que descartamos la Giara di Gesturi -que lástima- y finalmente paramos en el pueblo de Sanluri. Callejeamos un poco y decidimos visitar el castillo. Aunque a priori pensamos que nos iban a timar -la entrada cuesta 6 euros y no tenía muy buena pinta- nos sorprendió mucho la visita, posiblemente por lo inesperado. El guía era un señor mayor amabilísimo que nos contó en sardo la historia del monumento, de la familia de sus propietarios y buena parte de la historia de la isla con innumerables curiosidades como las referidas a la famosa brigada Sassari. Todo ello con una paciencia infinita mientras intercambiábamos opiniones y recorríamos sus salas repletas de objetos fascinantes. Incluso se ofreció a sacarnos él mismo fotografías en algunas de las estancias que estaban acordonadas.
Esta era nuestra última noche en el Agriturismo S'Omu, y la cena fue aún más espectacular que las anteriores. Y detallazo de Bernadette. En el desayuno, viendo nuestra guía de viaje, comentamos que todavía no habíamos probado los postres típicos sardos... y en el postre nos sorprendió con unas pardulas y seadas caseras... uhm... Grazie Berna!!
20 de junio
Había que partir hacia Alghero. Cuánta razón tenía Giovanni... nos costó un mundo irnos de S'Omu y dejar atrás a Bernadette y Massimino, a sus charlas y sus cenas familiares. El el momento de la despedida incluso se nos escapó alguna lágrima. Esperamos poder volver a visitaros algún día!
Llegamos al agriturismo Vessus casi a mediodía. Las instalaciones son geniales, pero no pudieron llenar el vacío que nos quedó al separarnos de la familia Perra (la de S'Omu). Después de dejar nuestras cosas en la habitación fuimos a comer a la ciudad y paramos en el restarante que nos habían recomendado desde Zágara, el Bella Napoli en la Piazza Civica. Muy buenos la pizza y la lasagna al horno.
A pesar de ser domingo, casi todos los comercios estaban abiertos, se trata de un destino increíblemente turístico. Así que dedicamos el día a pasear por las murallas y las pintorescas calles de la zona antigua y a comprar algunos regalos.
Nos sorprendió ver la enorme cantidad de turistas españoles que había en Alguero. En parte nos decepcionó un poco, porque con eso de escuchar a la gente hablar en castellano por todas partes perdimos un poco la sensación de estar en Italia. Incluso en los restaurantes y los comercios hablaban en castellano, ahora que conseguíamos defendernos en el idioma local...
21 de junio
Seguía acompañándonos el mal tiempo y la temperatura no era muy agradable, así que descartamos la opción de la playa y saldamos la cuenta que teníamos pendiente con Castelsardo. Llegamos casi a mediodía, así que paramos ya a comer, en el Café de París que se encuentra subiendo unas de las escaleras hasta la zona amurallada de la ciudad. A pesar de ser un destino tan turístico y parar en uno de los restaurantes más concurridos comimos muy bien. Parrilladas de pescados y carnes, ensalada, patatas, vino, café y chupitos de mirto por 37 euros.
Tras la comida estuvimos paseando por el pueblo. Increíble, en una colina con acantilados que rompen hacia el mar. Del castillo destacamos las vistas espectaculares. En su interior podía visitarse una exposición con diferentes objetos y aperos típicos de la zona: cestería, artes de pesca...
A media tarde partimos de vuelta. El trayecto nos ofreció algunas imágenes preciosas, como la de las alpacas de paja aguardando a ser recogidas junto al mar.
Ya en Alghero, casi a las ocho de la tarde, buscamos un buen sitio para ver el partido de España, que jugaba contra Honduras. Nos quedamos en una terraza genial junto a las murallas y el mar que tenía instalada fuera una pantalla gigante. Como se hizo un poco tarde optamos por seguir disfrutando del buen ambiente y la brisa de la noche y cenamos allí mismo.
22 de junio
El clima empezaba a darnos una tregua, pero todavía no se podía ir a la playa. Así que optamos por otra de nuestras visitas pendientes en la zona norte, la grotta di Nettuno, en Capo Caccia. De camino hacia ella nos encontramos, junto a la carretera, con los restos del puente romano que se conserva a la salida de Alghero. Larguísimo! Llama la atención que se conserve casi intacta algo menos de la mitad del mismo, y que el resto haya desaparecido por completo.
Continuando por la misma carretera paramos en una pequeña cala donde un cartel indicaba la salida de barcos hacia la grota di Nettuno. Asustados por eso de los 654 escalones decidimos parar a preguntar (el lugar era precioso!), pero nos comentaron que ese día no saldrían más viajes con acceso a las cuevas porque el mar estaba picado. No entendíamos nada, ya que aparentemente estaba como un plato, aunque más tarde comprendimos a qué se refería...
Poco después llegamos al descenso a las grutas. Un poco caótico porque estaban arreglando el aparcamiento y solo era posible dejar el coche en los arcenes de la carretera. Y allá fuimos, escalón a escalón disfrutando de las espectaculares vistas de los acantilados. La bajada es llevadera, aunque confieso que al llegar al final me temblaban las piernas de forma incontrolable!!
Cuando llegamos al mismo acceso a la grotta vimos enfrente de ella la embarcación que salía poco antes de aquella pequeña cala... dando tumbos sobre el mar enloquecido y repleta de gente pálida que probablemente dejará pasar mucho tiempo antes de volver a subirse a un barco! Nos alegramos de que no nos permitiesen hacer el viaje hasta las cuevas en ella, no me quiero imaginar cómo habría que bajarse de aquello...
La gruta es preciosa, tiene un punto mágico con el agua del mar entrando y saliendo de ella, el rumor de las olas y el sonido que producen al estrellarse contra las rocas, formando espuma blanca... sin duda es una visita imprescindible. Aunque cabe decir que el recorrido se hace muy corto (solo 200 metros) y hay que hacerlo al ritmo que marca la guía, que se para a cada paso para dar largas explicaciones, primero en italiano y después en inglés (de las que no entendimos casi nada). Aunque no es culpa suya que no sepamos idiomas...
Y el terrible ascenso... que al final no lo fue tanto. Así que, que nadie se lo piense por miedo a bajar y subir. Haciéndolo con calma es bastante llevadero. Después fuimos por la ruta panorámica para contemplar las vistas desde Capo Caccia. Espectacular, no os olvideis de coger ese desvío aunque sea solamente para hacer una breve parada y sacaros unas fotos.
Y ya de camino a Alguero, de regreso, nos dio la hora de comer. Y encontramos de casualidad a la orilla de la carretera el cartel de un restaurante (Ristorante La Baia, en Porto Conte) en cuya entrada ponía que tenían terraza panorámica. Así que nos lanzamos a la aventura. Y aunque las instalaciones estaban un poco desfasadas y todo tenía una pinta un poco rara, comimos unas almejas y un risotto de pescados y mariscos exquisitos, en una terraza bajo los pinos con vistas al mar. Sensación total de vacaciones. Muy recomendable!
Dedicamos el resto de la jornada al descanso y a la lectura.
23 de junio
Día de playa!! Sin pensarlo dos veces paramos a comprar algo de comer y salimos hacia la Pelosa, en Stintino. Teníamos muchísimas ganas de conocerla. Llegamos casi a mediodía y ya estaba repleta de gente, pero tuvimos mucha suerte para aparcar. Eso sí, el parking de los más caros que nos encontramos, a 1'5 euros la hora (pero merece la pena pagarlos!!).
Y la playa... qué decir de la playa. Después de estar en Grecia, en África, en el Caribe... la Pelosa es lo más espectacular que hemos visto en nuestra vida!! (Giovanni, tenías toda la razón). Una especie de piscina natural donde el mar se muestra en todos los tonos de azules y verdes posibles. Creo que a partir de ahora nuestro concepto de paraíso será la Pelosa! Alucinante el agua, sin ningún oleaje, totalmente transparente. Y la arena del fondo, tan fina y blanca que casi parece de atrezzo. Se estaba tan bien, que aunque teníamos pensado visitar alguna playa más, nos quedamos allí hasta las seis de la tarde.
Aún nos quedaba un buen trecho hasta Alghero y no queríamos llegar tarde, porque esa noche celebraban el fuego de San Juan. Una tradición desconocida en Cerdeña, pero muy popular en Galicia y el resto de España. Y es que esos días, en Alguero, celebraban el 50 aniversario del Retrobament, la llegada a Alghero de un barco de catalanes que huían de la represión franquista (es mucho más complejo que eso, pero no me pararé a explicarlo ahora). De todos modos, ese era el motivo de que durante nuestra estancia en Alghero se realizasen un sinfín de actos de hermanamiento entre ambas comunidades: espectáculos, ferias de artesanía, exposiciones... y la mencionada noche de San Juan.
Así que después de cenar algo nos dimos un paseo por la feria y nos acercarnos a las hogueras... que poco tienen que ver con las gallegas! Eran unos pequeños fuegos en la playa, aunque por lo menos nos permitieron cumplir con el ritual de saltarlas tres veces!
24 de junio
Y llegó nuestra última jornada en Cerdeña. Estábamos un poco tristes pensando en que el viaje tocaba a su fin... Como todavía teníamos que preparar nuestras (enormes) maletas, dedicamos la mañana a ir a alguna playa próxima a Alghero, y fuimos hasta Lazzaretto, uno de los arenales que se encuentra camino de Capo Caccia. Mucho menos espectacular que cualquier otra de las que habíamos visto en Cerdeña, pero no estuvo mal.
Después de comer lavamos el coche de alquiler, que llevaba encima unos cinco kilos de arena, y al hotel a preparar las maletas... Y cuando terminamos, a cenar. Habíamos pensado en ir, esta última noche, al famosísimo Al Tuguri. Tenía una pinta genial, pero al llegar nos dijeron que estaba todo reservado! Menudo chasco, sobre todo porque no se nos había ocurrido reservar con antelación y ya no nos quedaban más jornadas en la isla. Así que después de dar unas cuantas vueltas bastante decepcionados, nos quedamos en la terraza del Ristorante Andreini (un local precioso!). Cenamos genial, aunque no fuese en Al Tuguri.
Y al acabar, corriendo a dormir. Teníamos que levantarnos a las tres y media de la mañana para llegar a tiempo a Porto Torres y coger el ferry.
25 de junio
Poco que contar de esta jornada, que comenzó un poco accidentada. Y es que pese a que habíamos avisado a los responsables del Agriturismo Vessus de que teníamos que marcharnos a las cuatro de la mañana, justo antes de abandonar la habitación comenzamos a escuchar cómo se activaban los aspersores!!! No nos quedó más remedio que darnos una buena ducha, a nosotros y a nuestras pesadísimas maletas, en el trayecto desde la habitación hasta el coche...
Llegamos a Porto Torres sin ningún contratiempo y nos acordamos de todos los “familiares de Grimaldi”. Y es que el ferry, en el que debíamos haber embarcado a las cinco de la mañana, no apareció hasta casi las siete...
Y fue así como se terminaron nuestras vacaciones en Cerdeña. Una isla a la que esperamos regresar algún día, y en la que tenemos la sensación de haber dejado buenos amigos. Y desde luego, si volvemos, será de la mano de Zágara Travel! Pese a todas las dudas que tuvimos a la hora de contratar nuestras vacaciones, y de que fuimos a Cerdeña casi de casualidad, creemos que el destino y la organización de nuestra luna de miel no podría haber sido mejor. Sin duda, esta gente sabe lo que hace al preparar sus viajes, y teniendo en cuenta nuestra experiencia, nos quedó clarísimo que se conocen el destino como la palma de su mano y recomiendan visitas y alojamientos que realmente merecen la pena. Mil gracias por todo, Giovanni, fue un auténtico placer!!
Luna de miel en Cerdeña
Decidimos ir a Cerdeña un poco “de rebote”. Queríamos un viaje que no requiriese de grandes desplazamientos en avión a un destino tranquilo y con buen clima en el mes de junio. Y tras varios descartes, llegamos casi por casualidad a la web de Zagara Travel. Después de mi primera conversación con Giovanni, sin conocer siquiera su propuesta económica, ya teníamos bastante claro que queríamos hacer el viaje con ellos.
Pese al temor inicial (lo admitimos) de confiar el viaje a una agencia para nosotros desconocida, a la que no podíamos acudir físicamente (vivimos en Galicia) y de la que no existían demasiadas referencias en internet, decidimos arriesgarnos en parte gracias a la infinita amabilidad y paciencia de sus responsables con respecto a cada una de nuestras dudas.
Y nos dejamos recomendar por ellos, que nos diseñaron un viaje de 14 noches en tres ubicaciones diferentes de la isla. Inicialmente nos sorprendió, ya que en algunas agencias generalistas nos habían comentado que “4 días sobran para conocerla”. Después de visitar Cerdeña, solo podemos decir que están de broma... 4 días!!
Disponíamos de varias semanas y queríamos que fuese un viaje especial. Además, estaba la amenaza del dichoso volcán (en varias agencias nos habían desaconsejado tomar vuelos en la medida de lo posible). Así que viajamos de Galicia a Barcelona en tren hotel, y de Barcelona a Cerdeña en ferry con Grimaldi. No me explayo en relación al trayecto porque creo que no es relevante en este caso...
Durante nuestra estancia en Barcelona, antes de partir hacia Cerdeña, aprovechamos para ir a visitar a Giovanni a la agencia de viajes y conocernos personalmente. La impresión fue aún mejor que por teléfono. Una persona súper cercana que vive su trabajo y disfruta cuando las cosas salen bien. Un gustazo! Allí nos dio los últimos consejos de interés y estuvimos viendo datos sobre algunos destinos y posibles visitas.
Y al fin, el día 11 de junio, llegamos a Cerdeña!
11 de junio
Poco después de llegar a Porto Torres en el Ferry (con bastante retraso, por cierto...) llegó a recongernos Giuseppe, de la agencia de alquiler de coches. Toda la gestión del alquiler la habían tramitado directamente desde Zagara. Genial que hablase en español, lo que nos facilitó bastante las cosas. Y mejor todavía nuestro flamante 500 negro! Un juguete súper italiano para nuestra italiana luna de miel.
Hemos de decir que desde Zágara nos recomendaron algunas visitas interesantes para los trayectos que hubiésemos de hacer en coche. De Porto Torres al primer hotel, del primero al segundo... pero eso nos resultó un poco complicado porque como era de esperar nuestras maletas no cabían en el maletero del 500! Conste que no era problema del coche, creo que no habrían entrado ni en uno familiar, je. Así que hicimos esos trayectos casi directos para no dejar cosas a la vista y evitar disgustos innecesarios.
Dicho esto, una vez en el coche, Tom Tom en mano (nos guió casi a la perfección durante todo el viaje), cogimos rumbo a nuestro primer destino, el agriturismo Stazzo Lu Ciaccaru, en Arzachena. Al norte de la isla y próximo a la Costa Esmeralda. Después de unas cuantas curvas, a las que acabas acostumbrándote, llegamos al paraíso a eso de la hora de comer.
Estábamos tan cansados y el alojamiento era tan agradable que decidimos quedarnos a pasar el día allí, disfrutando de la piscina y las instalaciones. Primer chapuzón en Cerdeña! Por la noche cena en el restaurante del agriturismo: lubina, espaguetti con almejas y dos versiones distintas de tiramisú. Una botella de vino blanco de Gallura y licores de mirto y naranja...uhm...
12 de junio
Dedicamos esta jornada a visitar el archipiélago de la Maddalena. Nos habían comentado que la mejor opción era compartir un velero con otros viajeros, pero el día se nubló y no había demasiada gente en el puerto... así que al final embarcamos con el coche en un ferry para recorrerla a nuestro aire. 36 euros ida y vuelta con el coche incluido.
Llegamos a la Maddalena y nos fuimos directos a la oficina de turismo que... cierra los sábados y los domingos! Un poco raro eso... así que compramos algo de comer y nos lanzamos a la aventura. Tanto la Maddalena como Caprera, a la que accedimos por el puente que las une, tienen playas realmente espectaculares. Pero no solo llaman la atención sus playas, sino también el contraste de vegetación, cumbres escarpadas y mar de color esmeralda.
De vuelta a la Maddalena, con el cielo bastante cubierto, optamos por recorrer la costa por la carretera panorámica, de unos 20 km. Finalmente encontramos una playa soleada en la que nos dimos el primer baño salado de las vacaciones y paramos a comer. Y el agua estaba mucho más fría de lo que esperábamos...
Llegamos al Stazzo a media tarde, piscina, ducha y a cenar a Arzachena. Cabe decir que el restaurante la Vechia Arzachena, que nos habían recomendado en Zágara, ya no existe. Así que cenamos en La Terrazza. Buenas pizzas y buena pasta. Y tomando una copa conocimos a dos chicos del pueblo con los que acabamos compartiendo mesa y conversación, que nos invitaron a cenar al día siguiente a un restaurante del pueblo. Cabe destacar que conocimos a un montón de gente extraordinariamente hospitalaria a lo largo de nuestro viaje.
13 de junio
Este fue el día del despiste... Nos levantamos tarde y estaba muy nublado, por lo que descartamos de nuevo la playa. Y optamos por visitar la basílica románica de Saccargia. De ahí el despiste, ya que nos habría sido mucho más cómodo (y rápido) desplazarnos hasta ella desde cualquiera de los dos alojamientos que teníamos por delante.
De todos modos, el trayecto mereció la pena. La iglesia, enmedio de un valle solitario, tiene algo de mágico. No es difícil imaginársela siglos atrás. Llama la atención el contraste de color de sus piedras, blancas y negras. Mención especial además para los frescos que se conservan en su interior.
Tras la visita, como era un poco tarde, nos acercamos a comer a Sassari. En este caso buscábamos el restaurante L'Assasino. ¡Pero tampoco existe ya! Habíamos perdido toda esperanza de comer un plato caliente (cuesta acostumbrarse a comer tan temprano) cuando se me ocurrió preguntar en un local llamado Il vecchio mulino. Un cartel en su exterior señalaba que se trataba de un club enogastronómico, de arte y música. Y pese a la hora intempestiva, nos atendieron amablemente. Excelente comida. Empanadillas típicas de la zona, ravioli de carne al limón, botella grande de cerveza y dos cafés por 28 euros. Genial el camarero y el dueño, que estuvieron un buen rato hablando con nosotros sobre España, Galicia, el camino de Santiago... y genial el local, decorado en estilo rústico y con multitud de libros y discos interesantes. Muy recomendable.
Después de comer volvimos al hotel, ya que habíamos quedado para cenar con los chicos que conocimos la noche anterior. Fuimos a una pizzería que hay en la plaza principal de Arzachena. Pusieron tanta comida que casi tenemos que pedir bicarbonato! Muy buena la pasta fresca y también la carne a la brasa. Al final nos dio algo de pena despedirnos de Salvatore, con quien tuvimos la ocasión de hablar de un montón de temas relacionados con la actualidad italiana, la cultura o la historia sardas.
14 de junio
Playa, al fin! Salió el sol y nos dispusimos a conocer alguna de las playas más famosas de la Costa Esmeralda. Son tan bonitas como dicen, pero algunas de ellas están en lugares casi inaccesibles... las ves desde la carretera pero resulta imposible saber cómo llegar a ellas!
Primera parada en Porto Cervo, por eso de poder decir que habíamos estado allí. Realmente, no es nada del otro mundo. Muchos yates y muchas villas espectaculares. Un bonito paisaje... y poco más. El turismo multimillonario elevado a su máxima expresión.
Después buscamos la playa de Capriccioli, una de las que había destacado Giovanni, y que también nos recomendó Salvatore la noche anterior. Una cala preciosa, rodeada de un pinar que llega casi al agua, totalmente transparente. Flanquean la playa unas villas espectaculares, con embarcadero propio. Y al fondo, algún rico y famoso debía estar disfrutando de unos días de descanso en un yate gigantesco con helipuerto incluido. A la hora de comer, despegó el helicóptero... impresionante.
Pero volvemos a la playa, que es importante, tuvimos sol, nubes e incluso lluvia que no impidió que siguiésemos (al igual que casi toda la gente que nos rodeaba) tirados en nuestras toallas. La temperatura era tan buena que incluso se agradecía.
Un par de chapuzones más tarde decidimos irnos a comer. Como nos habían advertido de que los precios de los restaurantes en Porto Cervo eran una barbaridad, fuimos a proveernos a un súper y de vuelta a la playa. Intentamos ir a Cala Granu, pero sinceramente... no fuimos capaces de encontrarla. Y acabamos en Rena Bianca, también genial. Aunque no se trataba de una cala sino de una playa larga de arena blanquísima (que obviedad teniendo en cuenta su nombre...). Allí pasamos casi toda la tarde. Y nos quemamos, sí. Pese a la protección, atentos los pálidos porque el sol sardo ataca a traición!
De vuelta al agriturismo paramos en el pueblo de San Pantaleo, muy próximo a la playa aunque subiendo hacia la montaña. Es impresionante que en poco más de cinco minutos de trayecto el paisaje varíe de un modo tan abismal. De repente te encuentras en una placita, con sus casas típicas, que tiene como fondo abruptas montañas de roca. No hay mucho más que ver que la plaza, tal y como nos había advertido Giovanni, pero la visita merece la pena para tomarse una bebida fresquita al atardecer. Eso sí, pagamos 10 euros por dos cervezas locales Ichnusa! Así que ojo con lo que pide uno si no queréis un disgusto al ver la cuenta... Unos compañeros de hotel casi tienen que quedarse a fregar platos por pedir unos vinos y algo de comer.
Esa misma noche, estalló la tormenta perfecta...
15 de junio
Seguía haciendo un tiempo terrible, diluviaba. De todos modos no nos salió demasiado mal, porque ese era el día que teníamos que dejar Stazzo Lu Ciaccaru y para ir en carretera fue bastante soportable salvo en algunos momentos en los que la visibilidad era tan escasa que casi se hacía necesario parar.
De camino a la región del Oristano paramos a visitar el pueblo de Orgósolo, perdido enmedio de la montaña pero tremendamente famoso gracias a los murales que hay pintados casi en cada una de sus casas. Y no es para menos, resultan muy extrañas y llamativas sus pinturas, la mayoría de ellas aludiendo a temas políticos o sociales. Nos sorprendió que hubiese tantas, así como la gran calidad artística de muchas de ellas.
Intentamos comer en el restaurante que nos habían recomendado desde Zágara, pero una vez más (que cruz...) llegamos tarde y estaba completo. Nos quedamos con los dientes largos, porque tenía una pinta genial! Así que tuvimos que optar por algo bastante más turístico y menos apetecible.
Hicimos el resto del trayecto hasta Baratili San Pietro bajo la lluvia. Y a media tarde llegamos al Agriturismo S'Omu. De entrada... hemos de reconocer que la cosa no pintaba muy bien. Un pueblecillo perdido y un alojamiento sencillo en el que nos recibieron sus dueños, Bernadette y Massimino. Nada que ver con la suite individual de Stazzo Lu Ciaccaru. Aquí no había piscina, ni instalaciones espectaculares...
Pero que equivocados estábamos al pensar que no era un alojamiento precisamente idílico y que razón tenía Giovanni cuando nos aseguró que nos gustaría! Bernadette y Massimino nos enseñaron nuestro cuarto, en una dependencia separada de las demás a la que se accedía a través de un gran salón con aperos de labranza, colecciones de botellas y premios y fotografías de sus preciosos caballos. Aunque sencillo, tremendamente acogedor y cómodo, y se preocuparon muchísimo de que estuviésemos a gusto.
Como allí no había gran cosa que hacer, fuimos a dar un paseo al pueblo para tomar algo... pero no había ningún bar! Estábamos un poco desconcertados y después de unas cuantas vueltas en círculo llegamos a la conclusión de que lloviendo de ese modo no había mucha más opción que volver al agriturismo. Allí nos recibió Mino, quien nos presentó a la otra pareja de huéspedes que en ese momento estaban alojados en S'Omu. Y nos invitó a un aperitivo llenando nuestras copas directamente de las barricas de roble en las que envejecen el vino.
Y a continuación... a cenar! Los seis juntos compartiendo mesa y conversación, o al menos intentándolo... y es que seguir el ritmo a cuatro italianos que hablan una mezcla de italiano, toscano y sardo no fue precisamente sencillo al menos en un primer momento. Fue una situación un poco incómoda al principio, como estar en casa de los padres de un amigo a los que no has visto nunca. Empezaron a llegar platos y más platos, cada uno de ellos mejor que el anterior. No me esforzaré en describirlos, porque la cocina de Bernadette no puede expresarse con palabras!!
Algunos platos (y botellas de vino) más tarde, la cosa ya empezaba a marchar mejor...
16 de junio
De nuevo salió el sol. Pero mi espalda seguía sufriendo las consecuencias de nuestra estancia en la Costa Esmeralda... así que pasamos de playa y decidimos visitar las ruinas de Tharros. De camino a ellas nos encontramos con un rebaño de ovejas gigantesco enmedio de la carretera! Fue genial.
Las ruinas están situadas en un emplazamiento totalmente indescriptible. Los colores del mar, el paisaje, y enmedio de todo los restos de la antigua ciudad romana. La entrada se compra en el mismo acceso al recinto y cuesta 7 euros por persona, incluyendo la posibilidad de visitar el museo de Cabras (nosotros no fuimos).
La jornada transcurrió muy tranquila. Estuvimos un buen rato viendo el mar sentados junto a la torre de San Giovanni, desde la que se divisa el capo San Marco.
Y después nos fuimos a comer a Oristano. Con algo de prisa! Ya que a las 16:00 España se estrenaba en el mundial de fútbol contra Suiza y todavía teníamos que localizar un bar en el que ver el partido... que perdimos.
Algunas compras y de nuevo a S'Omu para disfrutar de una de las fantásticas cenas preparadas por Berna.
17 de junio
Decidimos dedicar esta jornada a explorar el sur de la isla, y acercarnos hasta la capital, Cagliari. Para variar, llegamos justo a la hora de comer y tuvimos que hacernos una maratón para encontrar un local abierto (si es que no aprendemos...). De casualidad dimos con una tasca realmente auténtica, repleta de fotografías y objetos curiosos. Entre otras cosas tenía un montón de banderas entre las que se encontraban la gallega, la catalana y la vasca. Los dueños del bar (Tierre Mambo Tango, en Via La Marmora, 42) nos explicaron después que se debía a que lo frecuentan muchos estudiantes de Erasmus, que llevan allí la bandera de sus lugares de origen.
Después de comer dimos un paseo por el casco antiguo de la ciudad. Visitamos la catedral y las calles que hay a su alrededor, y admiramos las vistas sobre Cagliari que ofrecen algunos de sus miradores.
De todos modos, hacía muchísimo calor, insoportable, por lo que decidimos abandonar la capital y regresar hacia el norte escapando del bochorno. Acostumbrados a la calma que se respira en toda la isla, Cagliari resultó ser un demasiado bulliciosa para nuestro gusto, aunque no podíamos perder la oportunidad de visitarla al menos.
Entre las posibles visitas que nos quedaban de camino al agriturismo, optamos por el complejo nurághico de Barumini, patrimonio de la humanidad. Las ruinas están muy bien conservadas y nos resultó muy sorprendente el parecido de las construcciones con los castros gallegos, que salvo las torres elevadas presentan casi las mismas características.
Para visitarlas es imprescindible esperar a que se forme un grupo de gente. Como era un poco tarde ya cuando llegamos, las recorrimos acompañados solo por la guía y una pareja de italianos, y nos decepcionó un poco que toda la explicación sobre el complejo la hiciese solo en italiano dirigiéndose exclusivamente a ellos. No pretendíamos, ni mucho menos, que nos hablasen en castellano, pero literalmente fue como si no estuviésemos allí.
18 de junio
Y de nuevo a la playa! Además, para que no nos quemásemos más de lo que ya estábamos, Berna nos prestó una sombrilla (genial, genial, gente así no se encuentra a menudo). Como pensábamos pasarnos todo el día en el mar, paramos en la cooperativa de Baratili antes de salir para comprar algo de comer.
Nuestro primer destino, Is Arutas. Aunque decidimos hacer un alto en el camino para visitar el pueblo de San Salvatore, en el que se han rodado algunas películas. Realmente, tal y como nos había dicho Giovanni, está totalmente desierto. Y enmedio del mismo, nos sorprendió muchísimo la iglesia de San Giovanni Sinis, una de las más antiguas de la isla. Cuando nos asomamos a su interior descubrimos que existe un hipogeo visitable bajo la misma, en el que antiguamente se rendía culto al agua. En sus paredes se conservan pinturas de animales, dioses romanos e incluso inscripciones árabes. Se accede desde el propio suelo de la iglesia, por unas escaleras empinadas. Ese lugar tiene algo de mágico!
Dejando Sal Salvatore atrás, seguimos hacia la playa, a la que se accede por una carretera serpenteante flanqueada por palmeras. Increíble el paisaje tropical! Y no nos extrañó la fama de Is Arutas. Su arena es... exactamente como granos de arroz, increiblemente blancos y suaves. Como siempre, el agua totalmente transparente y azul, verde... impresionante.
Después de comer, optamos por cambiar de playa e ir a Maimoni a recomendación de Bernadette. Se accede a ella por un largo camino de tierra enmedio de los campos segados. Y el paisaje al llegar es fascinante. Se trata de una playa totalmente diferente, muy larga y muchísimo más virgen que las que habíamos visitado anteriormente.
Ya a media tarde, nos acercamos al lago de Potzu Idu para intentar ver a los flamencos que supuestamente habitan en sus aguas. Pero debían haber emigrado... porque lo único que conseguimos fue ver algunas gaviotas! De todos modos es una zona muy bonita, con una larga carretera que deja a un lado el mar y a otra el lago y las marismas. En teoría, ese mismo lago se seca completamente en verano, quedando su superficie cubierta por una capa de sal.
Para completar la jornada, visitamos el pueblo de Santu Lussurgiu, hacia la montaña, con sus casas de colores apiñadas en la colina. Se trata de un pequeño núcleo de población que merece una visita por lo bello de sus calles medievales y sus casas, restauradas en su mayor parte.
De nuevo en el agriturismo, esa noche tocó despedida de nuestros compañeros toscanos, cuyo viaje tocaba a su fin. Tratándose de un día especial, la cena fue, si cabe, más especial también que la de días anteriores. Buena comida, buen vino y excelente compañía.
19 de junio
El plan previsto para esta jornada consistía en ir hacia el sur, para conocer las dunas de Piscinas e ir de nuevo a la playa. Pero el día amaneció muy nublado y frío. De todos modos emprendimos el camino. Nuestra primera parade fue el pueblo de Iglesias, bonito y tranquilo, donde nos quedamos a comer.
Tras dar un paseo por las calles de Iglesias, cogimos el coche para ir hacia Fluimaggiore. Pero el Tom Tom nos guió por una carretera tortuosa, de curvas cerradas que discurrían por la ladera de las montañas. Casi tres cuartos de hora después por esa carretera, nos encontramos de casualidad con el desvío que llevaba al templo de Antas, situado a unos 300 metros, y decidimos parar a visitarlo. Resulta increíble que existiese un templo romano ahí, en el medio de la nada, en un valle aislado rodeado de montañas y praderas. Desde las propias ruinas, uno se siente un poco el rey del mundo. Para nosotros, totalmente recomendable la parada.
Poco antes de llegar al templo, caminando por los senderos señalizados, estalló el chaparrón que llevaba anunciándose todo el día... que manera de llover. Tuvimos que resguardarnos en un cobertizo porque estábamos calándonos hasta los huesos! Totalmente empapados, no pudimos recorrer las vías romanas ni realizar alguno de los paseos por los alrededores que nos recomendaron en la oficina de venta de entradas.
Así que retomamos la carretera de la montaña hacia Fluimaggiore, pero para nuestra sorpresa, durante el tiempo que estuvimos visitando el templo la habían cortado! Estaba vallada, posiblemente por algún desprendimiento causado por las lluvias torrenciales. No podíamos seguir hacia el norte y no había ningún desvío, así que no nos quedó mas remedio que desandar el camino que habíamos hecho por esa carretera serpenteante hasta Iglesias, bajo una tormenta horrorosa que formaba riadas de lodo.
Frustrados nuestros planes de visitar Piscinas e Ingurtosu, nos lanzamos a la aventura hacia el norte. Seguía diluviando, por lo que descartamos la Giara di Gesturi -que lástima- y finalmente paramos en el pueblo de Sanluri. Callejeamos un poco y decidimos visitar el castillo. Aunque a priori pensamos que nos iban a timar -la entrada cuesta 6 euros y no tenía muy buena pinta- nos sorprendió mucho la visita, posiblemente por lo inesperado. El guía era un señor mayor amabilísimo que nos contó en sardo la historia del monumento, de la familia de sus propietarios y buena parte de la historia de la isla con innumerables curiosidades como las referidas a la famosa brigada Sassari. Todo ello con una paciencia infinita mientras intercambiábamos opiniones y recorríamos sus salas repletas de objetos fascinantes. Incluso se ofreció a sacarnos él mismo fotografías en algunas de las estancias que estaban acordonadas.
Esta era nuestra última noche en el Agriturismo S'Omu, y la cena fue aún más espectacular que las anteriores. Y detallazo de Bernadette. En el desayuno, viendo nuestra guía de viaje, comentamos que todavía no habíamos probado los postres típicos sardos... y en el postre nos sorprendió con unas pardulas y seadas caseras... uhm... Grazie Berna!!
20 de junio
Había que partir hacia Alghero. Cuánta razón tenía Giovanni... nos costó un mundo irnos de S'Omu y dejar atrás a Bernadette y Massimino, a sus charlas y sus cenas familiares. El el momento de la despedida incluso se nos escapó alguna lágrima. Esperamos poder volver a visitaros algún día!
Llegamos al agriturismo Vessus casi a mediodía. Las instalaciones son geniales, pero no pudieron llenar el vacío que nos quedó al separarnos de la familia Perra (la de S'Omu). Después de dejar nuestras cosas en la habitación fuimos a comer a la ciudad y paramos en el restarante que nos habían recomendado desde Zágara, el Bella Napoli en la Piazza Civica. Muy buenos la pizza y la lasagna al horno.
A pesar de ser domingo, casi todos los comercios estaban abiertos, se trata de un destino increíblemente turístico. Así que dedicamos el día a pasear por las murallas y las pintorescas calles de la zona antigua y a comprar algunos regalos.
Nos sorprendió ver la enorme cantidad de turistas españoles que había en Alguero. En parte nos decepcionó un poco, porque con eso de escuchar a la gente hablar en castellano por todas partes perdimos un poco la sensación de estar en Italia. Incluso en los restaurantes y los comercios hablaban en castellano, ahora que conseguíamos defendernos en el idioma local...
21 de junio
Seguía acompañándonos el mal tiempo y la temperatura no era muy agradable, así que descartamos la opción de la playa y saldamos la cuenta que teníamos pendiente con Castelsardo. Llegamos casi a mediodía, así que paramos ya a comer, en el Café de París que se encuentra subiendo unas de las escaleras hasta la zona amurallada de la ciudad. A pesar de ser un destino tan turístico y parar en uno de los restaurantes más concurridos comimos muy bien. Parrilladas de pescados y carnes, ensalada, patatas, vino, café y chupitos de mirto por 37 euros.
Tras la comida estuvimos paseando por el pueblo. Increíble, en una colina con acantilados que rompen hacia el mar. Del castillo destacamos las vistas espectaculares. En su interior podía visitarse una exposición con diferentes objetos y aperos típicos de la zona: cestería, artes de pesca...
A media tarde partimos de vuelta. El trayecto nos ofreció algunas imágenes preciosas, como la de las alpacas de paja aguardando a ser recogidas junto al mar.
Ya en Alghero, casi a las ocho de la tarde, buscamos un buen sitio para ver el partido de España, que jugaba contra Honduras. Nos quedamos en una terraza genial junto a las murallas y el mar que tenía instalada fuera una pantalla gigante. Como se hizo un poco tarde optamos por seguir disfrutando del buen ambiente y la brisa de la noche y cenamos allí mismo.
22 de junio
El clima empezaba a darnos una tregua, pero todavía no se podía ir a la playa. Así que optamos por otra de nuestras visitas pendientes en la zona norte, la grotta di Nettuno, en Capo Caccia. De camino hacia ella nos encontramos, junto a la carretera, con los restos del puente romano que se conserva a la salida de Alghero. Larguísimo! Llama la atención que se conserve casi intacta algo menos de la mitad del mismo, y que el resto haya desaparecido por completo.
Continuando por la misma carretera paramos en una pequeña cala donde un cartel indicaba la salida de barcos hacia la grota di Nettuno. Asustados por eso de los 654 escalones decidimos parar a preguntar (el lugar era precioso!), pero nos comentaron que ese día no saldrían más viajes con acceso a las cuevas porque el mar estaba picado. No entendíamos nada, ya que aparentemente estaba como un plato, aunque más tarde comprendimos a qué se refería...
Poco después llegamos al descenso a las grutas. Un poco caótico porque estaban arreglando el aparcamiento y solo era posible dejar el coche en los arcenes de la carretera. Y allá fuimos, escalón a escalón disfrutando de las espectaculares vistas de los acantilados. La bajada es llevadera, aunque confieso que al llegar al final me temblaban las piernas de forma incontrolable!!
Cuando llegamos al mismo acceso a la grotta vimos enfrente de ella la embarcación que salía poco antes de aquella pequeña cala... dando tumbos sobre el mar enloquecido y repleta de gente pálida que probablemente dejará pasar mucho tiempo antes de volver a subirse a un barco! Nos alegramos de que no nos permitiesen hacer el viaje hasta las cuevas en ella, no me quiero imaginar cómo habría que bajarse de aquello...
La gruta es preciosa, tiene un punto mágico con el agua del mar entrando y saliendo de ella, el rumor de las olas y el sonido que producen al estrellarse contra las rocas, formando espuma blanca... sin duda es una visita imprescindible. Aunque cabe decir que el recorrido se hace muy corto (solo 200 metros) y hay que hacerlo al ritmo que marca la guía, que se para a cada paso para dar largas explicaciones, primero en italiano y después en inglés (de las que no entendimos casi nada). Aunque no es culpa suya que no sepamos idiomas...
Y el terrible ascenso... que al final no lo fue tanto. Así que, que nadie se lo piense por miedo a bajar y subir. Haciéndolo con calma es bastante llevadero. Después fuimos por la ruta panorámica para contemplar las vistas desde Capo Caccia. Espectacular, no os olvideis de coger ese desvío aunque sea solamente para hacer una breve parada y sacaros unas fotos.
Y ya de camino a Alguero, de regreso, nos dio la hora de comer. Y encontramos de casualidad a la orilla de la carretera el cartel de un restaurante (Ristorante La Baia, en Porto Conte) en cuya entrada ponía que tenían terraza panorámica. Así que nos lanzamos a la aventura. Y aunque las instalaciones estaban un poco desfasadas y todo tenía una pinta un poco rara, comimos unas almejas y un risotto de pescados y mariscos exquisitos, en una terraza bajo los pinos con vistas al mar. Sensación total de vacaciones. Muy recomendable!
Dedicamos el resto de la jornada al descanso y a la lectura.
23 de junio
Día de playa!! Sin pensarlo dos veces paramos a comprar algo de comer y salimos hacia la Pelosa, en Stintino. Teníamos muchísimas ganas de conocerla. Llegamos casi a mediodía y ya estaba repleta de gente, pero tuvimos mucha suerte para aparcar. Eso sí, el parking de los más caros que nos encontramos, a 1'5 euros la hora (pero merece la pena pagarlos!!).
Y la playa... qué decir de la playa. Después de estar en Grecia, en África, en el Caribe... la Pelosa es lo más espectacular que hemos visto en nuestra vida!! (Giovanni, tenías toda la razón). Una especie de piscina natural donde el mar se muestra en todos los tonos de azules y verdes posibles. Creo que a partir de ahora nuestro concepto de paraíso será la Pelosa! Alucinante el agua, sin ningún oleaje, totalmente transparente. Y la arena del fondo, tan fina y blanca que casi parece de atrezzo. Se estaba tan bien, que aunque teníamos pensado visitar alguna playa más, nos quedamos allí hasta las seis de la tarde.
Aún nos quedaba un buen trecho hasta Alghero y no queríamos llegar tarde, porque esa noche celebraban el fuego de San Juan. Una tradición desconocida en Cerdeña, pero muy popular en Galicia y el resto de España. Y es que esos días, en Alguero, celebraban el 50 aniversario del Retrobament, la llegada a Alghero de un barco de catalanes que huían de la represión franquista (es mucho más complejo que eso, pero no me pararé a explicarlo ahora). De todos modos, ese era el motivo de que durante nuestra estancia en Alghero se realizasen un sinfín de actos de hermanamiento entre ambas comunidades: espectáculos, ferias de artesanía, exposiciones... y la mencionada noche de San Juan.
Así que después de cenar algo nos dimos un paseo por la feria y nos acercarnos a las hogueras... que poco tienen que ver con las gallegas! Eran unos pequeños fuegos en la playa, aunque por lo menos nos permitieron cumplir con el ritual de saltarlas tres veces!
24 de junio
Y llegó nuestra última jornada en Cerdeña. Estábamos un poco tristes pensando en que el viaje tocaba a su fin... Como todavía teníamos que preparar nuestras (enormes) maletas, dedicamos la mañana a ir a alguna playa próxima a Alghero, y fuimos hasta Lazzaretto, uno de los arenales que se encuentra camino de Capo Caccia. Mucho menos espectacular que cualquier otra de las que habíamos visto en Cerdeña, pero no estuvo mal.
Después de comer lavamos el coche de alquiler, que llevaba encima unos cinco kilos de arena, y al hotel a preparar las maletas... Y cuando terminamos, a cenar. Habíamos pensado en ir, esta última noche, al famosísimo Al Tuguri. Tenía una pinta genial, pero al llegar nos dijeron que estaba todo reservado! Menudo chasco, sobre todo porque no se nos había ocurrido reservar con antelación y ya no nos quedaban más jornadas en la isla. Así que después de dar unas cuantas vueltas bastante decepcionados, nos quedamos en la terraza del Ristorante Andreini (un local precioso!). Cenamos genial, aunque no fuese en Al Tuguri.
Y al acabar, corriendo a dormir. Teníamos que levantarnos a las tres y media de la mañana para llegar a tiempo a Porto Torres y coger el ferry.
25 de junio
Poco que contar de esta jornada, que comenzó un poco accidentada. Y es que pese a que habíamos avisado a los responsables del Agriturismo Vessus de que teníamos que marcharnos a las cuatro de la mañana, justo antes de abandonar la habitación comenzamos a escuchar cómo se activaban los aspersores!!! No nos quedó más remedio que darnos una buena ducha, a nosotros y a nuestras pesadísimas maletas, en el trayecto desde la habitación hasta el coche...
Llegamos a Porto Torres sin ningún contratiempo y nos acordamos de todos los “familiares de Grimaldi”. Y es que el ferry, en el que debíamos haber embarcado a las cinco de la mañana, no apareció hasta casi las siete...
Y fue así como se terminaron nuestras vacaciones en Cerdeña. Una isla a la que esperamos regresar algún día, y en la que tenemos la sensación de haber dejado buenos amigos. Y desde luego, si volvemos, será de la mano de Zágara Travel! Pese a todas las dudas que tuvimos a la hora de contratar nuestras vacaciones, y de que fuimos a Cerdeña casi de casualidad, creemos que el destino y la organización de nuestra luna de miel no podría haber sido mejor. Sin duda, esta gente sabe lo que hace al preparar sus viajes, y teniendo en cuenta nuestra experiencia, nos quedó clarísimo que se conocen el destino como la palma de su mano y recomiendan visitas y alojamientos que realmente merecen la pena. Mil gracias por todo, Giovanni, fue un auténtico placer!!
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